Una aventura de altura, para celebrar el solsticio de invierno, cerrando el año con conexión, rituales, aprendizajes y magia. Acá algunos sentires de un viaje maravilloso.
La idea de realizar este #viaje empezó, así como otros recientes, con dudas, con temor por afrontar lo desconocido. Habiendo crecido en un pueblo, cerca del campo, no había sido amiga de dormir al aire libre o acampar, creo que me ha generado un poco de miedo el lado salvaje de la #naturaleza. A pesar de esto, pensar en subir a la montaña me llamó la atención, sentí su llamado incluso si implicaba acampar, pues en un principio pensé que el plan incluía la estancia en carpas (toda empeliculada yo).
Creo que una parte de mí, la más aventurera e intrépida ha aflorado últimamente, queriendo afrontar #retos y temores sin fundamento que surgieron en el pasado y que cargo posiblemente sin que sean míos.
Ya iniciada la aventura, luego del vuelo Medellín-Bogotá, (bastante sufrido por un gran retraso), el primer paso fue llegar al municipio Guican de la Sierra en Boyacá. Es un lugar lejano del que no había escuchado hablar. Recuerdo que en algún momento visité algunos lugares de este departamento, pero creo que sé poco sobre geografía de #Colombia porque en mis conocimientos no estaba este municipio y tampoco el municipio del #Cucuy que alberga la Sierra Nevada. Desde Bogotá tomamos un bus intermunicipal que viajó aproximadamente 10 horas (aprovechando la noche para ganar tiempo). En la mañana, al llegar al pueblo, desayunamos, nos estiramos, conocimos el lugar mientras mercamos y salimos para la casa de campo donde estaríamos alojados.
Un paisaje hermoso nos esperaba, una casa campesina con vacas peludas (y capul) que son ordeñadas cada mañana. El ganado y la leche son una de las principales actividades económicas de la zona. El primer día se fue en acomodarnos en el lugar de la estadía, aclimatar el cuerpo con un recorrido corto por el lugar, preparar los alimentos y la logística de la cocina.
Posteriormente disfrutamos de una fogata para calentarnos, ponernos en sintonía con los elementos, agradecer la experiencia, ofrendar el viaje, el encuentro con la montaña, su gente y sus paisajes. Esto además como un ritual de buen augurio, para encender el fuego interno, poder ascender fluidamente, conscientes del esfuerzo físico y mental necesarios para el largo recorrido, para el #ascenso del día siguiente hacia Boquerón de Cardenillo, situado cerca de uno de los glaciales de la sierra.
La jornada empezó muy temprano, luego de tomar agua de panela caliente con pan, salimos caminando rumbo a nuestro destino. Un primer aliciente era llegar a disfrutar el desayuno, llegamos a una casa campesina dónde nos recibieron con una sopita caliente de papa. En un principio se me hizo raro, esperaba la típica arepa con huevo de siempre, sin embargo recordé que estaba fuera del territorio paisa y olía delicioso... era la sopa, me animé a probarla y me encantó, con unas papas suaves que se deshacían en la boca, además había huevito, pan con queso y #chocolate, ¡una delicia!
Quedamos recargados para continuar el #ascenso, aunque en un primer instante lo dudé, pues sentí un poco el soroche con dolor de cabeza. Sin embargo, una pastilla y unas hojitas de coca después sentí ganas de continuar, lo que me alegró enormemente por los paisajes hermosos que nos esperaban. Estábamos sorprendidos porque con nosotros seguía el recorrido Max, nuestro perro de la #montaña, compañero en esta aventura de altura, un cachorro lleno de energía, ¡encantador!
Una vez llegamos al destino, hubo un momento especial, propicio para conectarnos cada uno con el lugar, la tierra y la montaña, nos tomamos el tiempo para agradecer, apreciando el paisaje en #silencio. Allí tuve una sensación de #libertad enorme, mucho orgullo por decidir estar allí, a pesar de los miedos y la incertidumbre, sabiendo que después de las dudas y angustias surgidas, finalmente estaba cumpliendo un #sueño.
Luego de ese momento especial, empezamos el descenso. Volvimos a la casa campesina a comer, una segunda recarga para nuestros cuerpos exhaustos y hambrientos, esta vez comimos una #hamburguesa vegetariana que prepararon los compas del grupo, para las que habíamos llevado los ingredientes listos. Genial ese merecido alimento y el descanso. Luego de compartir en el grupo y con la familia, que nos recibió amablemente en su casa, la charla, las risas, tomamos el transporte hasta la casa nuevamente. Tuve sensación de gran satisfacción por haber decidido continuar el camino, por la montaña, el lugar, los alimentos, los #campesinos de la zona, los compañeros de #aventura.
El siguiente día lo dedicamos a descansar un poco, practicar #yoga, conocer el pueblo, sus #telares y termales. Visitamos algunas casas donde fabrican las famosas #ruanas boyacences, en un proceso artesanal, bastante manual aún, conversamos un poco con las personas que las elaboran; en su mayoría campesinos, amables y un poco tímidos. Visitamos además un lugar con termales, realmente era una piscina con agua tibia muy disfrutada, hasta aprovechamos para celebrar el cumpleaños a Sebastián: que no falte la cantada del cumple, la torta, la vela, el deseo, en fin. Para terminar, conocimos el pueblo y apreciamos sus fiestas tradicionales, antes de regresar.
La noche terminó con la celebración del solsticio de invierno: una #ceremonia que incluyó cena especial y un ritual muy sentido al rededor del #fuego. Realizamos un despacho colectivo, en el que cada uno contribuyó con parte de la ofrenda, en conexión con la tierra, en gratitud por lo recibido de ella. Mientras tanto, hacíamos una meditación especial sobre los sentidos y los centros energéticos.
Alguna vez hice una ofrenda, un despacho que había llevado a la tierra directamente, pero esta vez lo llevamos al fuego, como símbolo de transformación. Algo lindo que escuché alguna vez sobre este paso por el fuego, es que el humo de la ofrenda al quemarse, asciende para conectarse con el cielo y elevar los propósitos que han sido intencionados en la ofrenda.
Me sentí muy movida con el ritual, cantando "échale miedo al fuego y vuelve al amor..." pensando en las intenciones sembradas en este despacho. También en la transformación que este fuego genera, sentí gran conexión y energía moviéndose al rededor.
Finalmente llegaba el último día, el reto del mayor ascenso: alcanzar el glacial del Cóncavo, uno de los tantos picos de la #Sierranevadadelcucuy. Era el fin para el cual nos veníamos preparando, el día esperado, el encuentro con la nieve, con la cima.
Arrancamos muy temprano al encuentro con los guías, habiendo tomado una rica bebida caliente con pan. Una #luna llena hermosa nos acompañaba desde la noche anterior, además salió el #sol y estaba el cielo despejado, lo que permitía ver varios de los picos de la sierra, en especial el que tiene el púlpito del Díablo, una roca enorme con una forma especial, muy famosa entre los habitantes y amantes de la sierra.
Nos tomamos un descanso, una pausa merecida para desayunar. Una vez retomamos el camino, traté de subir en la cabeza del grupo, me ayudé mascando hojas de coca que ayudan a combatir los efectos negativos de la altura sobre el cuerpo. Además, siguiendo el paso de Rocío, una guía simpática, bastante conversadora que nos llevaba escuchando sus relatos y respondiendo las inquietudes sobre el lugar, sobre sus experiencias al visitar casi todos los días los diferentes glaciales de la sierra con múltiples grupos y personas.
Llegamos a la cima por fin. No lo podía creer! Un lapso largo de tiempo observando la meta, "nos falta otra subidita y llegamos" nos decía la guía, hasta que vimos el #glacial: Con su nieve de color grisaceo, imponente y empinado.
Cada glacial cumple con un servicio fundamental para las comunidades no solo a su alrededor sino además para el departamento de Boyacá y otros cercanos: servir de nacimiento, acunar el agua de quebradas que se convierten en ríos y finalmente llega a las casas de muchas personas. Ese recurso tan valioso para nuestra vida.
Es hielo que se derrite para dar vida al #agua que surte los acueductos de poblaciones de diferentes departamentos de Colombia. De allí la importancia de estos ecosistemas... La sierras nevadas son fuente de vida.
A pesar del cansancio, observar el glacial y su paisaje sublime, me trajo el mensaje de lo pequeño que somos, una lección de humildad ante su imponencia, a la vez su simplicidad y silencio. Gratitud de poder vivir esta experiencia, de apreciar estos paisajes esquivos e inhóspitos, disfrutar incluso del viento y el frío, acompañada de un grupo de personas bellas y especiales celebrando un nuevo solsticio de invierno, uno de gran conexión con la #tierra, la montaña, con el agua, el sol, la luna, el fuego y el aire en movimiento...
Toda una conjunción de elementos hicieron de ese momento todo un ritual de cierre de este ciclo, recogiendo la cosecha de muchos aprendizajes del 2021 que terminó.
Gracias a Isabel @isajllo y Esteban @estebananda.ea por hacer posible esta maravillosa experiencia, para coincidir con otras #almas que al igual que yo, sintieron el llamado de la montaña y decidieron acudir.
Faltaba aún una parte que planteaba incertidumbre y temor para mí: el descenso.
Hace poco sufrí bastante al descender el páramo de Santa Inés, con una rodilla lastimada y adolorida sentí que no iba a poder terminar. Sin embargo, luego de algunos recorridos sufriendo la misma molestia me animé a hacer terapia con @jacobo_yepes28 y practicar juiciosa los ejercicios de fortalecimiento que me ayudaron a tener un final feliz esta vez.
Ya una vez de nuevo en la base del nevado, había un ambiente de gran #felicidad y satisfacción en el grupo por haber culminado el reto de la montaña, ¡misión cumplida!
Regresamos a la cabaña para recoger el equipaje, viajar a Guican y tomar el transporte intermunicipal hasta Bogotá. Un viaje largo nos esperaba, aunque con el cansancio de la jornada ninguna silla es incómoda, creo que el sueño se apoderó de nosotros en el bus hasta la mañana siguiente.
Una vez en la terminal, tuve la sensación volver a la realidad, queriendo estar allá de nuevo. Sensación de extrañar los #paisajes, la vacas, a Max el peludo más madrugador "ayudando" a ordeñar. En fin, habían sentimientos encontrados: el #corazón lleno, mucha plenitud por lo vivido, también mucho movimiento, como de nuevos aires, una recarga de #energía y conexión bastante potente.
Sentí sobretodo enorme #gratitud por conocer un nuevo rincón de Colombia, por esta tierra que me acoge, sus paisajes, su gente, por el grupo, el yoga, la Sadhana intinerante, por mi #cuerpo, la salud, el bienestar y la #consciencia que me permiten vivir y sentir cada vez con más intensidad estas experiencias y cada momento de conexión.
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